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Chevrolet Orlando, prueba dinámica

 En el año 2001 hizo su aparición en el mercado europeo el Daewoo Tacuma, un modelo de 4,35 metros de largo que, con una carrocería enmarcada en el segmento de los MPV, fue posteriormente rebautizado como Chevrolet -por la compra de General Motors y el cambio de nombre generalizado- convirtiéndose así en el monovolumen compacto de la marca americana. Aun así, y dado que se trataba de una herencia de la anterior compañía, no podía decirse que el Tacuma fuera un verdadero Chevrolet. Por ello, cuando desde la marca afirman que el Chevrolet Orlando es su primer monovolumen compacto, hemos de darles cierta razón. 

 

Chevrolet Orlando

 
Basado en el modelo compacto que más éxito está cosechando para la marca, el chevrolet cruze, el Orlando es un monovolumen de líneas sugerentes en el que se hace cierto guiño a las habituales líneas de modelos SUV, ofreciendo una imagen de gran robustez y marcado carácter. Con 4,65 metros de largo no puede decirse que se trate de un modelo corto, aunque a pesar de los 1,84 metros de anchura exterior el espacio a lo ancho en el interior no es uno de sus mejores valores.
 
Disponible con un motor de gasolina de 140 CV de potencia máxima y dos motores diésel con 130 y 163 CV, el Chevrolet Orlando puede también contar con cambio automático tradicional con la motorización más potente de gasóleo. En MotorGiga hemos probado esta última versión tanto con cambio manual como con cambio automático, obteniendo un resultado bastante satisfactorio en ambos casos.
 
En el momento de poner la mecánica en marcha comprobamos que la atractiva estética general no se queda en el diseño, abarcando también a los sistemas de luces y los elementos de infotainment como, por ejemplo, la atractiva pantalla central que, en su caso, puede albergar también al navegador . Pero al iniciar el recorrido con el cambio manual nos encontramos con una de las pegas del modelo; el acoplamiento del particular funcionamiento de la mecánica con los desarrollos del cambio de seis relaciones. Su motor, sobrealimentado por un turbo de tamaño relativamente grande, ofrece buenas cifras de par máximo general, pero carece de fuerza cuando gira a pocas revoluciones, haciendo que exista falta de empuje a bajas vueltas.
 
 

 
La comentada circunstancia queda totalmente olvidada si optamos por el cambio automático que, además, dispone de posibilidad de manejo manual en la propia palanca, aunque no mediantes levas en el volante , que son más cómodas e intuitivas de utilizar. Lamentablemente, el consumo es claramente más elevado en el caso de la versión automática, siendo igualmente relativamente alto cuando se trata de la versión manual. A pesar de que las cifras homologadas están en 5,7 litros de consumo medio para el manual y en 6,4 litros cuando se refiere al automático, lo habitual será ver cifras unos dos litros por encima de las comentadas.
 
Mucho mejor resultado ofrece esta mecánica sobre el Orlando al hablar de sonoridad y vibraciones. Con poco ruido y muy suave de funcionamiento, el diésel de la marca aporta mucho más confort que antiguas realizaciones, muy probablemente debido también a un trabajo más efectivo en el tema de la insonorización del conjunto.
 
Por lo que respecta al comportamiento en carretera los más de 1,6 metros de altura del conjunto no son obstáculo para que el Orlando realice virajes relativamente planos, es decir, que a pesar de su elevado centro de gravedad las suspensiones mitigan los balanceos y permiten buena seguridad aun cuando rodemos por carreteras viradas. En este sentido la distancia entre ejes de 2,76 metros juega a favor del conjunto, además de contar con el siempre bienvenido control de estabilidad para evitar problemas aun cuando cometamos ciertos errores de conducción. 
 
 
 
 
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