Soy un gran defensor del mundo del automóvil, en todas sus vertientes y en la industrial, especialmente, porque creo que se están haciendo muchas injusticias con los fabricantes de coches en la actualidad, pero cuando las cosas no se hacen bien, también lo reconozco y acepto las críticas. Digo esto porque hace dos semanas vimos como el Congreso de Estados Unidos dio un histórico tirón de orejas a los presidentes de tres de los grupos automovilísticos más grandes del mundo, General Motors, Ford y Chrysler.
Los responsables de las tres corporaciones, conocidas como el ‘Big Three’, llevan tiempo demandando que el Gobierno del país conceda ayudas económicas para impulsar a la industria de la automoción y cuando parece que estaba todo hecho, surgió el problema. ¿Cuál es el problema? Pues que no suele sentar bien a nadie que vengan a pedirte dinero con abrigo de visón, un coche de lujo y con un Rolex, pues más o menos esa es la situación que se produjo con la comparecencia de los presidentes de estas tres empresas en el Congreso.
Richard Wagoner (GM), Alan Mulally (Ford) y Robert Nardelli (Chrysler) llegaron a Washington cada uno en su jet privado particular, a cargo de la empresa, mientras que los despidos se suceden en cada una de sus marcas. Esto fue precisamente lo que se ha criticado, rechazo al que me sumo completamente. Lo primero que hay que hacer si se quieren solucionar los problemas de la empresa que presides es mirarte el ombligo e intentar reducir los costes más prescindibles, como los jets privados.
Parece que estos tres directivos han tomado buena nota de la reprimenda recibida por parte de los legisladores estadounidenses, porque poco después han aparecido en los medios de comunicación noticias acerca de que tanto General Motors como Ford han finalizado los contratos con las empresas de alquiler de jets privados que mantenían en la actualidad y parece que realmente se van a apretar el cinturón, aunque sea para que les presten las ayudas, que podrían elevarse a más de 25.000 millones de dólares (cerca de 20.000 millones de euros).
Precisamente, las tres compañías han presentado sus respectivos planes de viabilidad en los que solicitan al Estado que realice unas inyecciones económicas de más de 32.000 millones de dólares (25.400 millones de euros). No sé si estos informes detallados convencerán a los congresistas, pero lo que no podrán achacar ni a Wagoner, ni a Mulally ni a Nardelli es que saben tomar medidas populares, porque ambos han incluido en estos planes una cláusula por la que su sueldo pasará a ser de un dólar al año.