A finales de los años ochenta hubo algo así como una "moda" de vehículos deportivos de tamaño compacto que, incorporando innovadoras tecnologías como la inyección electrónica de combustible o las cuatro válvulas por cilindro, llegaban a alcanzar cifras de potencia en el entorno de los 150 CV y ofrecían una deportividad prácticamente inexistente en cualquier otro segmento del mercado. Vehículos como el Golf GTI 16V, el Astra GSI 16V o el 309 GTI 16V suponían el sueño de muchos conductores jóvenes que veían en tales automóviles las mayores posibilidades de conducción deportiva. Como puede comprobarse, la coletilla 16V estaba presente en la inmensa mayoría de ellos, mientras que cualquier relación con la palabra turbo, como ocurría con el Supercinco o el 11 de Renault o los Fiesta y Escort de Ford suponía meterse en un "jardín" de prestaciones al que pocos conductores sabían hacer frente, sobre todo si la realización de los mismos no era excesivamente fina y sí muy potente, como le ocurría al "impresentable" Rover 200, que en aceleraciones "buscaba" con el eje delantero en un vano intento de pasar de manera eficiente toda su potencia al suelo.
Es una frase hecha y recurrente, pero los tiempos cambian, y mucho, y más de dos décadas después de que muchos entendidos del mundo del automóvil hubieran dado por muertas a las mecánicas sobrealimentadas por turbo estamos viviendo una época de pleno esplendor de este tipo de mecánicas. La inyección es obligatoria por resultar necesaria para el catalizador, las 16V se dan por hecho y por tanto ni se mencionan, pero el turbo se ha presentado como el gran caballo de batalla de unos automóviles que hoy en día no sólo son tremendamente más rápidos que aquellos "abuelos", sino que con su mayor potencia son capaces de ofrecer una seguridad activa y una seguridad pasiva que ni en sueños poseían aquellas viejas glorias y, además, lo hacen con unos consumos de combustible muy por debajo de los mejores de aquellos años en este importantísimo aspecto.
Video: Entrevista características generales del Ford Focus ST
Curiosamente la palabra turbo parece seguir teniendo ciertas connotaciones negativas, o al menos así puede pensarse al comprobar como el Mini Cooper S, el Seat Ibiza Cupra, el Peugeot 208 GTI, el Ford Fiesta ST, el Polo GTI o el mismísimo Clío RS son pequeñas joyas deportivas de hoy que, dotadas de sobrealimentación por turbo (unida a compresor mecánico en el caso del Ibiza y Polo) no hacen referencia en ningún lugar a tan importantísimo elemento de su mecánica. Sin embargo, nosotros no podemos dejar de decirlo, si no fuera por el turbo ninguno de estos automóviles podría presumir de sus prestaciones y sus consumos del modo en que lo hacen… y eso que el turbo ha sido durante años considerado como el elemento maldito en los motores de gasolina.
Uno de los últimos vehículos en aparecer en este panorama de pequeños deportivos es el nuevo Fiesta ST. Sus antecesores son muchos, comenzando por el primer XR2 de cuatro marchas (decir que el 1.3 Sport era deportivo no me parece adecuado ni siquiera para su época) y continuando con siguientes generaciones de XR2 pero, sobre todo, con el Fiesta RS Turbo de 1990 y el Fiesta ST de 2005, modelos ambos dotados de sobrealimentación aunque muy diferentes en cuanto a su rendimiento final, pues si el RS Turbo era casi un animal indómito a pesar de contar con "sólo" 132 CV de potencia, el ST del 2005 poseía muy buenos modales con una potencia final muy razonable de 150 CV.
Dotado de una imagen diferenciada debido a su agresivo frontal, los faldones laterales, el spoiler trasero, el difusor posterior, la doble salida de escape o unas espectaculares llantas específicas de 17 pulgadas, el Fiesta RS proporciona además un ambiente interior que no deja lugar a dudas acerca de sus deportivas intenciones. Los asientos Recaro parcialmente tapizados en piel son quizás el elemento distintivo más importante del modelo, pero no el único; embellecedores de umbral de puertas, alfombrillas exclusivas, pedales de aleación, palanca de cambios o volante forrado en cuero con diseño exclusivo son elementos que, como bien decía un instructor de la escuela TAC Calafat, "te hacen sentir a gusto en el coche aun cuando estés parado en un semáforo".
Los más "quemados" se sentirán sin embargo atraídos por las características técnicas del conjunto. No sólo por los 182 CV extraídos de un bloque de sólo 1,6 litros, sino también por la utilización de inyección directa, distribución variable, doble árbol de levas o conductos de escape y admisión rediseñados en busca de un excepcional rendimiento combinado con un sorprendente consumo mixto de 5,9 litros por cada 100 kilómetros. Sorprendente, aunque explicable, la "magia" del turbo reside básicamente aquí, en la posibilidad de ofrecer un motor bastante "normal" e incluso poco sediento que, al exigírsele un mayor rendimiento, es capaz de proporcionarlo… aunque entonces hay que pagar con unos consumos que no saldrán declarados en ningún dossier de la marca.
Las ya eficientes suspensiones del Ford Fiesta alcanzan en el ST un nivel de eficacia muy superior debido a unas especificaciones diferenciadas tanto en muelles como amortiguadores, una suspensión cuya altura ha sido rebajada en 15 milímetros, barra estabilizadora trasera rediseñada o unos frenos de mayores dimensiones para soportar la mayor carga de trabajo proporcionada por las buenas prestaciones del modelo. Desde la marca también presumen del Ford Vectoring Control, que no es otra cosa que una funcionalidad específica del ESP para mejorar el paso del par motor al asfalto o la existencia de una caja de resonancia activa buscando ofrecer una sonoridad interior acorde a las expectativas del modelo. Pero un punto en el que se ha dado un valiente paso al frente ha sido en la introducción del ESP con tres modos de funcionamiento diferenciados: activado, totalmente desactivado y función Sport. Y nosotros añadimos además que gracias a haber probado el Fiesta en circuito en sus tres modos aunque fuera durante un breve recorrido hemos podido comprobar que el ST es un automóvil tremendamente noble pero también tremendamente divertido. Uno de esos vehículos con los que es posible "jugar" a descolgar la trasera y disfrutar pensando que somos algo más que meros imitadores de pilotos.
Apenas 21.000 euros separan a cualquier mortal del volante de un automóvil con el que es posible retomar de nuevo el placer de conducción, un vehículo eficiente, bien hecho y con un excelente equipamiento de serie, pero todo lo anterior es casi contrastable con mirar sus especificaciones y equipamientos, lo que resulta más difícil de transmitir a pesar de ser lo más importante es esa inexplicable sensación de estar a bordo de un coche en el que la seguridad es importante, pero la diversión es, sin duda, lo primero.
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