El neumático transmite movimiento

Como es obvio, la transmisión del movimiento, tanto longitudinal como transversal, es otra de las tareas que ha de realizar el neumático. Cuando se habla de esfuerzos longitudinales no sólo estamos hablando de la aceleración, sino también de la frenada. Tan importante es que el neumático disponga de suficiente capacidad para transmitir la potencia de la mecánica al suelo como que lo sea igualmente de retener al vehículo en las frenadas.

El material en el que están realizados los neumáticos tiene la particularidad de que, después de sufrir una deformación, vuelve a su forma inicial, a este fenómeno se le denomina histéresis, y es fundamental para la adherencia del neumático.

Se dice que un material es histérico cuando parte de la energía recibida la transforma en calor y en fuerza. El fenómeno de la histéresis produce un retraso de reacción mecánica que genera una fuerza horizontal opuesta a los intentos de deslizamiento de la goma. Es lo que se llama adherencia y está en el origen de la seguridad de trayectoria del vehículo.

Además de los esfuerzos longitudinales están también los transversales y los de guiado. Por un lado las ruedas directrices deben permitir el giro del vehículo mientras que entre las cuatro ruedas han de mantener al vehículo en la trayectoria deseada. Este tipo de esfuerzos es muy exigente, pudiéndose llegar a requerir una fuerza de hasta 600 kilos en una sola rueda.

Otro importante factor que repercute en la transmisión del movimiento de los neumáticos es el estado de la carretera. Un neumático necesita un firme que actúe como generador de adherencia. Cuando el suelo está húmedo o mojado la adherencia siempre disminuye. Un neumático completamente liso sufre, a partir de 80 km/h, el temido aquaplaning, que es un efecto de elevación por encima de la capa de agua.