Muchos son los atributos técnicos mejorados en el Outback como, por ejemplo, un chasis un 67% más rígido, reducción de vibraciones, dirección más rápida con sólo 2,8 vueltas entre topes y variaciones en las suspensiones delantera y trasera para proporcionar todavía mejores resultados dinámicos. No obstante, la joya de la corona de la nueva generación está en la incorporación del Eyesight, un sistema específico de Subaru que permite mejorar la seguridad activa. Desarrollado íntegramente por Subaru de manera independiente, el Eyesight se basa en una cámara estereoscópica para ofrecer sistemas como el aviso de cambio de carril, la frenada precolisión o el control de crucero adaptativo.
Aunque los cambios llevados a cabo en las suspensiones y el chasis son importantes el usuario final apenas captará las diferencias por un buen motivo; la base de partida ya era excelente. Que un vehículo con una altura al suelo de veinte centímetros sea capaz de circular con el confort y el dinamismo que lo hace el Outback es algo muy poco común. Para conseguir resultados parecidos la competencia ha de recurrir a complejos sistemas de suspensión neumática mientras que Subaru, fiel a su tradición, utiliza un motor bóxer y tracción total simétrica permanente (no conectable) consiguiendo así reducir el centro de gravedad y obtener alta capacidad de tracción.
En esta quinta generación se ofrece de nuevo el cambio automáticoLineartronic, un sistema CVT (Continously Variable Transmission) con el que se aporta una buena suavidad pero no se logra la rapidez de reacciones de un cambio manual robotizado de doble embrague. Esta falta de rapidez puede mejorarse en parte recurriendo a las levas en el volante, proporcionando así una respuesta bastante más dinámica. Como curiosidad el Outback con Lineartronic recurre a un diferencial central por embragues, mientras que en el caso de la caja manual se recurre a un diferencial tipo Torsen.