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Prueba del Toyota GT86

El Toyota GT86 es la respuesta de Toyota a quienes pedían algo más de alma en las realizaciones de la marca. Después de algunos años de sequía en cuanto a vehículos de caracter deportivo Toyota decidió asociarse con Subaru para lanzar al mercado un automóvil que fuera directo al corazón de los verdaderos amantes de la conducción, es decir, un deportivo con un motor suficientemente potente, con toda la potencia enviada al eje trasero y dos botones mágicos con los que variar el nivel de ayuda recibido por parte de los sistemas electrónicos de tracción y estabilidad. El resultado nos ha encantado, sobre todo porque no hay que pagar una fortuna por él y, además, porque es la diversión más razonable que hayamos tenido oportunidad de probar en los últimos tiempos.

Toyota GT86

 
Que el GT86 es el "alter ego" del Subaru BRZ es de todos conocido, lo que no es tanto es que existe un vehículo en Estados Unidos bajo la denominación Scion FR-S que fue presentado en el Salón de los Ángeles del 2011 junto al BRZ y que, igualmente, coincide en características con el Toyota y el Subaru. No obstante, en realidad el Scion es simplemente otro Toyota, pues esta marca pertenece al grupo japonés y está encargada de comercializar determinados modelos especiales en el mercado americano. Sea como fuere, este vehículo dispone de una vistosa carrocería coupé impulsada por un motor tipo bóxer de dos litros supercuadrado (cotas 86x86) atmosférico que rinde 200 CV de potencia máxima a base de giros de cigüeñal, pues consigue dicha cifra a 7000 rpm mientras que su par máximo de 205 Nm se sitúa entre 6400 y 6600 rpm.
 
Sentarse a bordo del GT86 requiere descender a un habitáculo en el que no encontraremos excesivos aditamentos estéticos destinados a dar alegrías a los ocupantes, pero que sin embargo nos obsequia con un puesto de conducción relativamente simple y bien pensado en el que destacan el buen y simple diseño del volante (sin engorrosos mandos para la radio) y la excelente ubicación del cambio, de cortos y rápidos recorridos pero que requiere ser manejado con eficacia para sacar la quintaesencia de la mecánica.
 
 Prueba dinámica en vídeo del Toyota GT86

 
Dado el carácter mecánico de su propulsor conseguir elevadas prestaciones a bordo del mismo requiere de la participación activa del conductor. No es uno de esos coches en los que pisar el acelerador y sentir un empuje bestial en el respaldo es todo uno, ni mucho menos, la contundencia en la respuesta del motor hay que buscarla con la palanca de cambios, haciendo que la aguja del cuentavueltas no abandone nunca la zona superior, más allá de las 4000 rpm, para que la respuesta dinámica sea satisfactoria, lejos, muy lejos de la inmediata respuesta de un coche de gasóleo potente. Y es justo ahí, en esa personalidad de motor de giro alegre, donde nosotros creemos que radica el verdadero acierto del GT86. Para los ingenieros de Toyota, Subaru o cualquier otra marca habría sido tremendamente sencillo hacer un motor sobrealimentado más potente y ofrecer una respuesta mucho más rápida y contundente al acelerador, pero entonces habrían creado otro de esos deportivos que ofrecen prestaciones más allá de los conocimientos generales de conducción y que no destilan esa pasión por la conducción que solo se consigue cuando quien se sienta a los mandos sabe que buena parte de la respuesta depende de lo bien que uno sepa manejar el vehículo.
 
salpicadero toyota gt86
 
Muchos probadores se han llenado de reproches frente a la, según ellos, escasa potencia del vehículo, al mismo tiempo que aplaudían la facilidad de conducción y el disfrute a los mandos del Toyota. Nosotros, particularmente, creemos que se equivocan. Buena parte de la diversión de este automóvil radica precisamente en que la caballería va llegando a las ruedas posteriores de un modo relativamente pausado. Contando con un turbo se habría conseguido más potencia de modo más brusco, perdiendo la docilidad de conducción y también la necesaria pericia del conductor para alcanzar buena velocidad. Si por el contrario se tratara de un motor de mayor cilindrada nos encontraríamos con un peso superior que iría en detrimento de la buscada (y alcanzada) relación peso/potencia, que se sitúa justo en la cifra mágica de los 6 kilos por CV de potencia. Pero seguir hablando de este tema no nos llevará a ninguna conclusión clara; siempre habrá detractores y seguidores, así es que aquí nos limitaremos a alabar lo que es, a nuestro juicio, una acertada decisión.
 
Disfrutar de la conducción del GT86 requiere alejarse, y mucho, de las amplias carreteras de varios carriles por sentido. La chispa de este Toyota, como en los buenos GTI de hace años, se encuentra en pequeñas carreteras viradas en las que una curva da paso a la otra de modo frenético, el conductor se pelea con el volante en cada viraje, el buen manejo del cambio se hace imprescindible, la zona roja del cuentavueltas es el hábitat perfecto de la aguja para alcanzar un ritmo endiablado, y la pericia del conductor se hace indispensable si se han tenido las agallas y los conocimientos suficientes como para desconectar por completo las ayudas a la conducción. Con el cronómetro en la mano es más que probable que muchos de los pequeños GTI turbo que circulan por nuestras carreteras "metan mano" al GT86 también en estas carreteras, pero ninguno de ellos, ni de lejos, harán disfrutar al conductor como lo hace este pequeño bólido de carreras que los ingenieros de Subaru y Toyota han puesto en manos del público general.
 
Lo sé, hoy no estoy siendo muy racional en mi análisis, pero es que un coche como el GT86 requiere afrontarlo con mucha mayor pasión y mucho menos raciocinio. Aun así, las razones del Toyota para hacerse un hueco en los deseos de los aficionados son tremendas; es barato, es divertido, es eficaz, es bonito... y es capaz de ofrecer esa bondad de chasis que permitirá a los usuarios aumentar poco a poco sus conocimientos hasta dominar ese difícil arte que es la conducción pura. Si mi cartera fuera holgada y mi familia inexistente yo sería un afortunado poseedor de esta joya mecánica que sólo puede ofrecer lo mejor de sí misma en un circuito cerrado, pues será allí, con amplias escapatorias y cerradas curvas, donde se podrán eliminar por completo los sistemas de seguridad activa de ayuda a la conducción y aprender esa maravillosa locura de los derrapajes eternos. Gracias, Toyota y Subaru, por no haber abandonado a los amantes de la conducción, los futuros pilotos os estarán siempre agradecidos.
 
 
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Publicado el: 29/08/2013
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