Hay modelos que entran por méritos propios en la historia del automovilismo. Es el caso de nuestro protagonista, que sorprendió a todos cuando en 1996 se presentó en sociedad como un atractivo roadster con un techo duro retráctil. Su nombre, Mercedes SLK y desde entonces siempre ha sido una de las referencias de este exclusivo club. Con el paso de los años, y de sus tres generaciones y actualizaciones, ha ido ganando peso hasta llegar al modelo que nos ocupa. En su última puesta al día cambió la nomenclatura y pasó a denominarse Mercedes SLC, e introdujo la exclusiva versión Mercedes-AMG SLC 43 que nos ocupa, entre otros aspectos.
Si el techo marca la personalidad de este modelo, el
propulsor de altas prestaciones marca su carácter. El mimo con el que desarrollan y montan los modelos AMG en Affalterbach se nota. Del descomunal 5.5 V8 atmosférico que marcaba el techo anteriormente
se ha pasado a un 3.0 V6 biturbo, mucho más eficiente de cara al consumo y sumamente agresivo si analizamos su rendimiento. Sus números así lo indican: 367 caballos de potencia y 520 Nm de par máximo. Pagaremos algo más de 186 euros por cada
CV, pero el que se lo pueda permitir lo hará con gusto. Seguro.
Gestionar todo este potencial hacia las ruedas traseras necesita de aliados revisados para la ocasión. El primero es la
caja automática 9G-Tronic con convertidor de par y nueve relaciones, que goza de un programa específico que reduce sensiblemente el salto entre marchas. Esta característica es más sensible aún si optamos por el modo Manual, cambiando sobre unas levas situadas detrás del volante a la velocidad del rayo, opción que nos permite apurar el régimen del motor hasta las 6.400
rpm sin que suba de marcha.
También el tren de
rodaje tiene personalidad propia. El eje delantero monta tres brazos con manguetas más rígidas, y detrás consta de cuatro brazos. En opción se ofrece
un bastidor AMG Ride Control con amortiguadores regulables y tres niveles de dureza, mientras que para los más 'osados' se contempla un diferencial autoblocante mecánico en el eje posterior que permite una mayor capacidad de
aceleración a la salida de las curvas.
No tendremos que pagar por un equipo de frenos de alto rendimiento, con cuatro discos autoventilados, perforados y con pinzas de
aluminio para reducir el peso. Tampoco significará un desembolso extra
el asistente AMG Dynamic Select, tecnología que nos permitirá cambiar la personalidad del vehículo con sólo pulsar un mando. Si apostamos por el modo Eco se activará el sistema Start/Stop y la función de planeo (desconecta el motor) para ahorrar
combustible. Además añade los modos Confort, Sport, Sport+ e Individual.
Esta vez comenzamos por la 'chicha'. El Mercedes-AMG SLC 43 es un pura sangre y queremos comprobar su rendimiento en circuito. Activamos el modo Sport+ y automáticamente aumenta el número de revoluciones al ralentí. La dirección y el cambio son más rápidos en su actuación y las mariposas del escape se abren para que la sonoridad sea de 'competición', con efecto doble embrague incluido al reducir de marcha.
Aceleramos desde parado y alcanzamos los 100 km/h en 4,7 segundos, los 400 metros en 12, segundos y cubrimos el primer kilómetro en 23,6 segundos, ya rodando a 221 km/h (la
velocidad máxima está limitada electrónicamente a 250 km/h). Quizás su apariencia exterior no lo transmita, pero se trata de un vehículo casi de carreras.
Ahora medidos las recuperaciones.
El propulsor consta de dos turbos y desde 1.800 vueltas y hasta las 6.000 es como un 'martillo pilón' que sube y sube sin desfallecer. Por eso si queremos pasar de 70 a 110 km/h, maniobra típica que nos encontraremos infinidad de veces para realizar un
adelantamiento, se traduce en 2,5 segundos y sólo 65,8 metros, prácticamente un par de parpadeos…
Y ya que estamos con los números, medimos unas distancias de frenado que abruman por su contundencia, 52,2 metros desde 120 km/h y hasta detenernos por completo, operación que se realiza en 3,4 segundos y de forma estable, sin perder nunca la compostura. De todas formas frena bien, pero no bate récords en el segmento.
Ahora toca analizar su dinámica. El
control de estabilidad goza de tres estrategias en su regulación: conectado, modo Sport Handling, que retrasa la electrónica para dejar 'jugar' pero con margen siempre de seguridad, y un último totalmente desconectado. Elegimos el segundo y el modo Sport en una dirección que presenta 2,2 vueltas de volante entre topes.
Lo cierto es que resulta superdirecto y muy brusco en sus reacciones, como un kart, pasando de cero a infinito casi sin avisar. Si el asfalto no es perfecto cuesta incluso mantener la trayectoria recta, el tren trasero tiende a rebotar y hay que contravolantear incluso, lo mismo que si no tenemos paciencia a la hora de pisar el acelerador al salir de una curva. Si hemos desactivado totalmente el
ESP el 'trompo' estará a la vuelta de la esquina si las manos no son demasiado expertas. Lo malo, o bueno, es que todo se produce a velocidades de vértigo.
Si la superficie está en perfecto estado todo se dulcifica porque el chasis trabaja sin tanto esfuerzo y los generosos neumáticos 235/40 ZR18 delante y 255/35 ZR18 detrás son como lapas. El cambio es rápido y brusco
en modo Sport+, pero da gusto reducir y escuchar el efecto punta-tacón que realiza. Eso sí, en el
ordenador de viaje el consumo es de 11,7 litros si nos desmelenamos. Pasar un buen rato es lo que tiene.
Claro que siempre no vamos a ir envenenados. Si nos lo tomamos con calma podemos circular en modo Eco a 90 km/h con un régimen de motor de apenas 1.400 rpm y 6,5 litros de consumo medio. Y es que este pura sangre también nos permite disfrutar de plácidos paseos disfrutando de la brisa y sol.
El techo duro retráctil se mantiene, pero se han mejorado varios aspectos.
En 17,3 segundos se repliega con una perfecta sinfonía de movimiento en el maletero. Lo bueno es que ahora, si accionamos el mecanismo eléctrico y el semáforo se pone en verde, se puede completar la maniobra si no superamos los 40 km/h. Otra ventaja es que si el estor de seguridad del maletero está extendido ya no hace falta replegarlo a mano. Si detecta que no hay carga se desplazará hacia abajo automáticamente; si hay equipaje detendrá la acción y avisará al conductor. Y ya que estamos en esa zona, comentar que el volumen del maletero es de 335 litros (225 si replegamos el techo). No es mucho, pero es de lo mejor que encontramos en este segmento, y hay que recordar que hablamos de dos plazas.
No es nuestro caso, pero en opción se mantiene el techo panorámico Magic Sky Control, cuya característica es que el cristal se puede aclarar o oscurecer con sólo accionar un botón.
Siempre habrá quien prefiera un techo de lona porque considere que es más genuino para un roadster. No entraremos en esa batalla, pero sí tenemos que comentar que el confort acústico y térmico en el interior es mejor con el techo duro, que además remata el conjunto con un mayor rigidez torsional.
Si vamos disfrutando al aire libre, comentar que hasta 120 km/h lo podemos hacer con total confort y sin remolinos en el interior. A partir de ese momento molesta más el ruido que otra cosa. En este sentido hay que subir las cuatro ventanillas para proteger el
habitáculo y de serie se ofrece un paravientos de lona que se encaja entre los arcos de seguridad detrás de las butacas.
Más sofisticados son los deflectores replegables AIRGUIDE, que constan de dos lunas transparentes giratorias en los mencionados arcos y que no limitan la visibilidad trasera. Pagar 209 euros por ellos en la carta de opciones parece una broma de mal gusto tras desembolsar por el vehículo 68.300 euros.
También tendremos que pagar aparte el denominado AIRSCARF (614 euros), un sistema de calefacción integrado en los reposacabezas muy práctico y que nos permitirá circular sin techo incluso cuando la temperatura exterior no acompañe.
En el precio final sí que disfrutaremos de detalles específicos. Además de los mecánicos ya comentados anteriormente, el diseño es algo más agresivo gracias a la incorporación de spoilers delanteros, traseros y salidas de escape AMG, así como una parrilla frontal con efecto diamante en cromo, llantas propias de 18 pulgadas, un
cuadro de mandos con fondo de efecto bandera de meta y una escala en el velocímetro ampliada hasta los 280 km/h, tapizados en napa, así como un volante y unas butacas deportivas propias.
En su dotación de serie disfrutaremos de elementos como una alerta de cansancio del conductor Attention Assist, un equipo de sonido Audio 20 CD, pantalla de 7 pulgadas en el
salpicadero (no es táctil), un control de velocidad de crucero Tempomat, una cámara trasera, un control de presión de los neumáticos, un freno de estacionamiento eléctrico,
aire acondicionado…
Sí, habrá que pagar aparte el climatizador automático, el navegador, la alerta de cambio de carril o el aviso de ángulo muerto generado por los retrovisores, elementos que se ofrecen de serie en vehículos generalistas que cuestan menos de la mitad.
Un pequeño lunar final que nos obliga a fruncir el ceño un rato, el que dura hasta que volvemos a pisar el acelerador a fondo y disfrutar de un deportivo de raza apto también para completar agradables paseos.