Ecológicos y profundamente satisfactorios
Un coche eléctrico está impulsado, lógicamente, por motores eléctricos. Pero dicha particularidad tiene muy beneficiosas consecuencias porque el modo de trabajo de un motor eléctrico es absolutamente distinto al que poseen los motores de combustión interna que, hasta ahora, impulsaban a la inmensa mayoría de los vehículos.
Cuando se habla de prestaciones a muchos de nosotros nos vienen a la cabeza las habituales cifras de aceleración o velocidad máxima. Sin embargo, características tan importantes como la capacidad de recuperación, la sonoridad o incluso las vibraciones que se transmiten al habitáculo, forman también parte de esas características que sitúan a unos modelos por encima de sus rivales.
En el aspecto de la aceleración los vehículos eléctricos disponen de una característica que los hacen prácticamente imbatibles al compararlos con modelos impulsados por motores de combustión interna; disponen de todo el par desde prácticamente el momento de la arrancada. Un motor de combustión interna requiere un tiempo para alcanzar las revoluciones óptimas para entregar el par máximo y, además, necesita de una caja de cambios que permita desmultiplicar el giro para aprovechar al máximo la fuerza que llega a las ruedas. Todo ese tiempo se evita en los coches eléctricos, con lo que su salida desde parado suele ser mucho más satisfactoria aun cuando disponga de potencias inferiores a las de los coches tradicionales.
La velocidad máxima no es el punto fuerte de los coches eléctricos pero esto es así, sobre todo, porque en la mayoría de los casos se busca la máxima eficiencia. Dado que para aumentar la velocidad se requiere un aumento del consumo energético muy elevado, la mejor opción para mantener buena autonomía en un vehículo eléctrico se encuentra en la limitación de la velocidad máxima. No obstante, la mayoría de los vehículos eléctricos alcanzan y mantienen sin problemas velocidades legales y, en muchos casos, de hasta 160 kilómetros por hora, lo que ha de ser suficiente para cualquier conductor.
Sentados al volante de un eléctrico existen otras tres características que sorprenden favorablemente a su conductor, el silencio, la suavidad de marcha y el confort general. Este último es consecuencia de los dos anteriores, pero es difícil constatar su importancia si no se ha tenido la oportunidad de conducir un vehículo eléctrico. En los coches eléctricos el sonido de la mecánica es prácticamente inaudible. Tanto es así que existen incluso proyectos para ofrecer cierta sonoridad simulada que puede ser beneficiosa tanto para las sensaciones al volante como para la seguridad de los viandantes, pues el silencio de rodadura de los coches eléctricos puede ser peligroso para los peatones acostumbrado a oir los vehículos que se les acercan.
Por último está la suavidad de marcha. El hecho de contar con un motor que empuja desde abajo, y que no requiere la transformación del movimiento alternativo de los pistones en movimiento circular, elimina de un plumazo las vibraciones producidas en los coches con motor de combustión interna. No importa que lo comparemos con el más caro de los coches de lujo o con el tipo de motor de gasolina más equilibrado, las vibraciones mecánicas de un motor eléctrico son, simplemente, inexistentes.