La tecla era Marchionne

Hace ya más de cinco años que Sergio Marchionne se hizo con las riendas del grupo automovilístico italiano Fiat. La situación no era fácil. La empresa había entrado en barrena, los ‘números rojos’ asfixiaban a los directivos y accionistas y los diseñadores del consorcio no daban con la tecla adecuada para sacar a la compañía del pozo en el que estaba atrapada. La tecla era Marchionne. El empresario italiano, formado en Canadá, supo entender los problemas de una empresa anquilosada en el pasado y con una imagen dañada y tuvo la suerte y los conocimientos suficientes para volver a convertir al consorcio turinés en uno de los principales actores del sector del automóvil.

La cosa estaba muy complicada, pero el hombre que nunca se pone corbata se apretó los machos y reconvirtió a Fiat en una máquina de hacer dinero, con una reestructuración casi integral de la empresa y puso las pilas a los diseñadores para que crearan automóviles que fueran deseados por los consumidores y apretó las tuercas a los ingenieros para que acabaran con la fama de poca fiabilidad de los coches de Fiat.

Todo esto ya pasó y en la actualidad el grupo Fiat se encuentra en el pelotón de cabeza de la industria del automóvil en todo el mundo, después de que el pasado ejercicio se hiciera con una participación en el grupo estadounidense Chrysler, que estaba en suspensión de pagos. Tras esta situación, Marchionne volvió a coger la batuta y fue nombrado consejero delegado de Chrysler.

El proyecto de Marchionne para Fiat todavía tiene mucho recorrido y especialmente después de que la firma presentara recientemente su plan estratégico quinquenal, que, entre otros aspectos, contempla una medida revolucionaria, como es la escisión de la compañía en dos empresas diferenciadas: Fiat (relacionada con el sector del automóvil) y Fiat Industrial (del sector industrial). Nadie sabe qué será lo siguiente.