A algunas marcas japonesas les gusta poner en juego firmas paralelas de corte más exclusivo. Es el caso del Lexus con Toyota, Acura con Honda o Infiniti con Nissan. Esta última, Infiniti, ofrece vehículos que se rodean de mayor lujo y deportividad que los que comercializa asiduamente el fabricante generalista (Nissan), como es el caso del nuestro protagonista.
El
Infiniti Q60 es un escultural
coupé de 4,69 metros de longitud que se ubica en un competido segmento donde se encuentra, entre otros, con la 'armada alemana' compuesta por las versiones coupé del Audi A5, BMW Serie 4 y Mercedes Clase C. No sé si es porque se ve menos por la calle (en Europa) o, sencillamente por su atractiva silueta, lo cierto es que durante nuestra prueba ha llamado y mucho la atención allá por donde pasaba.
Exteriormente es puro músculo por sus poderosas formas, con una parrilla de doble arco o los montantes traseros en forma de media luna que marcan su personalidad. Las enormes llantas de 19 pulgadas o las puertas sin marco en las ventanillas acentúan un carácter que, como veremos luego, no es radical en esta
versión alimentada por un
motor 2.0 turbo de 211 caballos. Los que quieran mayores sensaciones deberán elegir un 3.0 V6 de 405 CV dotado de tracción total.
Accedemos al interior y de entrada todo son facilidades. Las butacas delanteras gozan de ocho ajustes eléctricos (además de soporte lumbar y lateral para el conductor) y presentan ¡cuatro niveles de calefacción!, tiene un volante con regulación también eléctrica, acceso y
arranque sin llave… La ergonomía es buena y la presentación y la calidad del
habitáculo convencen tanto a la vista como al tacto. Eso sí, nos hubiera gustado que el freno de estacionamiento accionado por pedal fuera eléctrico…
En la consola central del salpicadero llama la atención la doble pantalla del sistema multimedia 'In Touch'. Ambas son táctiles. La superior, de ocho pulgadas, acoge funciones como la navegación, mientras que la inferior, de siete pulgadas, protagoniza funciones relacionadas con la telefonía, aplicaciones, climatización…
Detrás ya es otra cosa. El acceso se complica (pese al mecanismo eléctrico de la butacas delanteras) y las dos plazas separadas por una consola para dejar bebidas no son demasiado confortables para adultos.
Hay más espacio para las piernas que en otros rivales del segmento, pero su escasa altura al techo condena su uso si medidos 1,70 metros, como es mi caso. Y un problema añadido es que el sol nos castigará porque la cabeza roza directamente en la generosa luna trasera. Al menos cuentan con
anclajes Isofix para las sillitas de los más pequeños.
En la zaga el
maletero nos recibe con una tapa de apertura por control remoto y un volumen de 342 litros. El compartimento de carga no es demasiado diáfano y el respaldo trasero se puede abatir para introducir objetos largos.
No busquéis rueda de repuesto o kit reparapinchazos porque en su dotación de serie contempla neumáticos Run Flat.
Bajo el capó ya hemos comentado que el Q60 dispone de dos variantes mecánicas. Apostamos por la más modesta, que hace gala de un bloque de dos litros y cuatro cilindros,
inyección directa
common rail y turbocompresor.
Ofrece 211 caballos de potencia y un par máximo de 350 Nm.
El cambio es automático con
convertidor de par y siete relaciones y todo el potencial se dirige a las ruedas traseras exclusivamente.
Nuestra unidad cuenta con el acabado Sport que resulta 2.400 euros más caro que el Premium, pero quizás merezca la pena. Lo decimos porque añade levas del cambio en el volante, una dirección adaptativa más sofisticada, unos frenos deportivos más eficaces y, curiosamente, unos neumáticos más estrechos 245/40 R19. Esto en el aspecto dinámico porque además se completa con una alerta de cambio de carril activo, pedales en
aluminio o un sistema multimedia más completo.
Iniciamos la marcha y enseguida nos damos cuenta de que vamos en un vehículo de corte deportivo, pero con un carácter un tanto 'tranquilo'. El
propulsor empuja desde apenas 1.200 vueltas y estira hasta las 6.000 de una manera tan progresiva que más bien parece un motor atmosférico, en lugar de turbo.
Las prestaciones están en la media de lo esperado, alcanzando los 235 km/h de velocidad máxima y acelerando de 0 a 100 km/h en 7,3 segundos.
En la consola central podemos elegir entre varios programas diferentes de conducción, snow, standard, sport y personal, gracias al Infiniti Drive Mode. Este selector cambia las características del motor, del cambio, de la dirección, del acelerador o del
control de tracción, modificando la personalidad del vehículo. En Sport todo sucede más rápido, aunque pese a todo el salto entre marchas no es excesivamente rápido y la gestión está 'demasiado' protegida por la electrónica. Si forzamos por arriba subirá automáticamente de marcha, y no nos dejará reducir si entiende que el sobrerégimen no le sentará demasiado bien.
La calidad de rodadura es semejante a la de una berlina media y el tarado de la suspensión no maltrata en ningún momento a los ocupantes, pese a ser bastante firme, evitando así los balanceos de la carrocería. Dinámicamente la dirección cumple con su cometido, aunque resulta un tanto artificial en su tacto, y pese a no contar con un diferencial autoblocante trasero, la zaga sigue de una manera inmediata y muy eficaz la trayectoria marcada desde el volante, sin apenas pérdidas de tracción. Es bastante ágil en conducción deportiva, pero no marca, ni muchos menos, la referencia. También nos ha gustado el tacto y la eficacia de los frenos, pese a que en una conducción 'exigente' han mostrado alguna tendencia a la fatiga que no esperábamos. Quizás los 1.749 kilos de peso que arroja en la báscula le pasen una factura, repetimos, inesperada.
Perfectamente utilizable en el día a día por su confort, ágil en curva y confortable en autopista, en el interior se respira calma y silencio gracias a soluciones avanzadas como el asistente Active Noise Cancellation, capaz de neutralizar las frecuencias de ruido molestas del motor. Sin embargo, y pese a las ventajas de montar de serie neumáticos tipo Run Flat, que permiten rodar incluso pinchazos, lo cierto es que la dureza y consistencia de los flancos laterales pasan factura en cuanto a rumorosidad se refiere, y restan algo de confort en curva. Por cierto, el consumo medio durante nuestra prueba ha sido de 8,0 litros, una cifra brillante si tenemos en cuenta su rendimiento y peso. En ello contribuye un refinado sistema Start/Stop.
Y nos queda por analizar el equipamiento. Lo cierto es que su dotación de serie es realmente generosa. Saca pecho porque disfrutaremos de un sistema de
navegación con información de tráfico y órdenes por voz, reconocimiento de señales de tráfico, doble pantalla táctil, cámaras de visión trasera o periférica, climatizador bizona, sistema de sonido Bosé con 13 altavoces, control de velocidad de crucero, asistente de frenada autónomo que contempla tanto a vehículos como a peatones, advertencia de colisión frontal, alerta por cambio involuntario de carril…
De todas formas llama la atención que no ofrezca, en un vehículo completamente nuevo y que cuesta 50.800 euros, sistemas como un control del ángulo muerto, un sistema de aparcamiento asistido o un control de velocidad adaptativo, por poner algunos ejemplos.
En resumen un vehículo de cuerpo atlético pero con un corazón tranquilo que hará las delicias para los que busquen algo distinto, original, confortable si renuncian a las plazas traseras, ágil y bien equipado. Si lo que priman son las sensaciones, mejor apostar por la variante de 405 caballos.