La electrificación del automóvil no es un hecho a corto ni a medio plazo, es un hecho que se está dando en el presente, ahora mismo. Cada día son más las familias españolas que se decantan por un vehículo con algún tipo de asistencia eléctrica si todavía no están preparados para un eléctrico puro; sea por incompatibilidad con sus necesidades o por su aún elevado coste de adquisición.
Los híbridos son, por tanto, la solución más razonable a día de hoy para un primer contacto con la electrificación del automóvil. Es precisamente para este tipo de cliente, el que por primera vez apuesta por un vehículo alternativo, para el que la decisión de compra se puede hacer más complicada y se deje llevar por lo que parezca más sencillo, que no tiene por qué coincidir con la tecnología más completa o con la más avanzada.
En ese momento, en el que un cliente medio, que representa a la gran parte de los que, ahora apuestan por la hibridación, duda entre si adquirir un híbrido (HEV) o un híbrido enchufable (PHEV), cuando el marketing sale al rescate. Además, práctica un doble rescate, ayudando tanto a fabricantes que se han centrado en los híbridos tradicionales, como a ese cliente medio que quiere un híbrido y no conoce aún muy bien las particularidades de cada una de las clases que mencionábamos.
Si señores, nos referimos a ese término que copa anuncios y catálogos de algunos de los principales fabricantes nipones de automoción: híbrido autorrecargable. O como una inteligente labor de marketing ha sabido sacar una aparente ventaja competitiva frente a una tecnología, la hibridación enchufable, que en realidad es más completa y avanzada que la hibridación tradicional.
Somos muy cómodos. Como clientes y usuarios de productos y servicios siempre queremos que nos den todo hecho, y lo queremos ya. El comprar un PHEV y tener que instalar un punto de recarga en nuestro hogar para sacar el partido al potencial eléctrico puede suponer para muchos una importante barrera a la compra del vehículo, más aún si tenemos un garaje comunitario o si estacionamos en la vía pública.
Es en ese momento cuando el marketing se da cuenta de la connotación negativa que algunos perciben del apellido enchufable en un híbrido y acuña el término híbrido autorrecargable para referírse a un híbrido convencional, que al igual que un PHEV, cuenta con sistemas de regeneración de energía para volver a contar con energía en sus baterías.
La diferencia está en el tamaño de esas baterías, que en un híbrido simple se podrán recargar unicamente con la energía recuperada, ya que con su tamaño apenas sirven para completar –y en función de la velocidad- 2, 3 o 4 km sin recurrir al motor térmico; mientras que en el PHEV si queremos llegar a disfrutar de su capacidad para decenas de km eléctricos deberemos de enchufar sí o sí, ya que la recuperación de energía no será suficiente para poder llegar a sacar todo el potencial eléctrico.
En resumen, la tecnología PHEV está un paso por delante de la HEV, pese a que el término enchufable pueda disuadir a muchos a la hora de su valoración de compra. Un PHEV pude funcionar como un eléctrico puro en un rango de autonomía que actualmente ronda, según modelos, entre los 40 y los 75 km, sin recurrir al motor térmico, siendo capaces de operar en eléctrico incluso a velocidades de autovía. Además, puede hacer las veces de híbrido tradicional pudiendo funcionar tanto en serie como en paralelo, e incluso en el peor de los escenarios, podría operar con gasolil o gasolina en lo que recupera algo de energía eléctrica.
Es precisamente esa superioridad técnica la que lleva a su diferencia de etiquetas de la DGT. Los híbridos comunes cuentan con el distintivo ECO, como también disponen de tal calificación los Mild Hybrid, por contar con una electrificación. Mientras tanto, la inmensa mayoría de los PHEV actuales del mercado cuentan con distintivo 0, por poder circular al menos 40 km sin emisiones de CO2, por lo que además tampoco abonan impuesto de matriculación a la hora de su compra.
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