Al volante
Una vez hechas las presentaciones entramos en materia. El
Rav4 Hybrid se presenta como un coche especialmente confortable. Su
rumorosidad es muy baja al igual que sus vibraciones, y más en el arranque, al iniciar la marcha en modo eléctrico. Posteriormente ya entra en juego la mecánica
gasolina, que lógicamente hace que ya contemos con algo de rumorosidad, pero casi mínima en comparación con el diésel.
La caja de cambios e-CVT del
híbrido nos permite una conducción en modo automático puro, especialmente cómodo en ciudad donde solo tendremos que ocuparnos de acelerador y freno. A su vez nos permite ejecutar una conducción más dinámica con tan solo seleccionar el
modo sport con 6 velocidades, pudiendo nosotros subir y bajar marchas sin entrar en juego un pedal de embrague que si que tendríamos en un cambio manual.
Con sus 197 CV de potencia ofrece una buena respuesta, pero nos transmite una sensación de gran contundencia como la que podíamos presuponer a un vehículo con casi 200 CV. No nos falta potencia, aunque como ya decimos no experimentamos.
Tras aparcar el híbrido arrancamos el diésel. Lo primero que notaremos será su mayor rumorosidad, típica de esta clase de mecánicas. El motor de 2 litros se muestra muy capaz, incluso nos atreveríamos a decir que da más sensación de potencia que el híbrido, aunque sobre el papel las diferencias sean más que notables.
Además, la
transmisión manual de 6 velocidades nos permitirá
sacar el máximo partido al motor, de manera que podríamos incluso a realizar una conducción más dinámica con el diésel que con el híbrido.