2020 va a ser el año de la electrificación, sin duda. No es que este tipo de vehículos llegue en masa y acorrale a los térmicos, pero sí que será ya una nutrida gama de modelos eléctricos, híbridos e híbridos enchufables la que se venda en nuestro mercado. La nueva normativa que ha entrado en vigor en materia de emisiones en Europa obliga a todos los fabricantes a buscar este tipo de soluciones para no superar los 95 gramos/kilómetro de CO2 de media en el cómputo anual de la marca.
Las ventajas a la hora de acceder y aparcar en la ciudad por su etiqueta medioambiental '0 emisiones', y unas autonomías cada vez más generosas, ha llamado la atención de muchos usuarios, que se plantean ya la compra de este tipo de vehículos. Los hay de todo tipo: pequeños urbanos, compactos, de corte deportivo y, como no podía ser de otra manera, de perfil SUV, el formato que no para de crecer en los últimos años.
Y ahí es donde encontramos a nuestro protagonista,
el Mercedes-Benz EQC, el primer modelo de la familia EQ de la marca alemana. Hace unos semanas mi compañero David Ayala ya nos transmitió sus primeras sensaciones durante una toma de contacto en una atractiva videoprueba. Ahora hemos examinado a este vehículo con más detenimiento, analizando durante varios días sus pros y contras, como el confort, la autonomía, sus prestaciones, consumos…
El EQC comparte plataforma con el
Mercedes GLC,
mide 4,76 metros de longitud y se sitúa por tamaño entre sus dos grandes competidores, el Audi e-tron y el Jaguar i-Pace. La característica de nuestro protagonista se centra más en el confort que en la deportividad de sus rivales, aunque sus prestaciones también son sobresalientes. Lo que ocurre es que es tan silencioso y confortable que no parece que se esfuerce lo más mínimo.
Vamos primero con lo que porta. La
versión EQC 400 4Matic recurre a dos motores eléctricos asíncronos, cada uno de 150 kW, que suman una potencia conjunta de 300 kW (408 CV) y, quizás lo más importante, 760 Nm de par máximo desde que se pisa el acelerador. Uno de los propulsores se monta en el eje delantero y el otro en el trasero, dotando al vehículo de
tracción total sin necesidad de una unión física entre ambos ejes.
La energía le llega desde una generosa
batería de iones de litio con 80 kWh de capacidad. Se ubica en los bajos, entre los dos ejes, goza de refrigeración líquida y pesa 652 kilos. Este es uno los hándicaps de los vehículos eléctricos. También en el EQC, que en la báscula arroja nada menos que 2.495 kilos. No hay milagros. La realidad es como si a un GLC le subiéramos un Miura por el peso de la batería, y eso repercute en su consumo y en su dinámica. Al menos baja el centro de la gravedad del conjunto. Esa gran capacidad de almacenaje le otorga una autonomía homologada de hasta 414 kilómetros ya con el nuevo ciclo WLTP, mucho más real que el NEDC. En ciudad podría incrementarse hasta los 471 kilómetros.De todas formas es complicado en tráfico real acercarse a esa cifra, a nos ser que seamos unos virtuosos de la eficiencia.
Iniciamos nuestra prueba. Arrancamos y, como es lógico, no suena. En ciudad es tan silencioso y agradable que nos conquista. En este tipo de circulación el motor trasero pasa prácticamente desapercibido. Apenas entra en funcionamiento, siendo las ruedas delanteras las que toman el protagonismo, con el fin de ahorrar kilowatios.
En carretera y autopista el confort sigue siendo su mayor premisa, aunque los ruidos provocados por la
aerodinámica al incrementar la velocidad se van igualando respecto a sus rivales ‘térmicos’.
La suspensión tiene buena parte de responsabilidad de rodar tan a gusto, con unos tarados de corte amable ideales para viajar plácidamente. ¿Y qué pasa con sus prestaciones?
Sus números le avalan, aunque el peso es un gran lastre. Tiene limitada la
velocidad máxima a 180 km/h, suficiente para perder puntos del carnet, y acelera como si le fuera la vida en ello. Necesita sólo 5,0 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado y en apenas 26,1 segundos ya ha cubierto el primer kilómetro. Lo hace sin pérdidas de tracción, con una limpieza y eficacia increíbles, hasta el punto de que parece un peso ligero en este sentido. Y al hundir el pie sobre el acelerador el sonido es más propio de una nave espacial que de un ‘coche’, con un silbido metálico que nos acompaña hasta casi el final. El cambio, como es habitual en los vehículos eléctricos, es de una sola relación.
Ya, pero no me compro un EQC para salir disparado en los semáforos, dirá más de uno con razón. De acuerdo. Nos preparamos para realizar un
adelantamiento en carretera. La respuesta es siempre inmediata debido a sus impresionantes 760 Nm de
par máximo, siempre disponibles. Pues
pasar de 80 a 120 km/h se traduce en apenas 3,7 segundos y recorriendo apenas 105 metros, una maniobra brillante y que incrementa la seguridad.
Para registrar esos números debemos apostar por el programa Sport en el asistente de conducción. También ofrece
los modos Comfort, ECO y Max Range, más una función Individual para configurar al gusto. El acelerador tiene una función háptica para orientar al conductor en los programas más eficientes de cara al consumo. De esta manera endurece el tacto para asesorarnos, característica que se completa con la ayuda del
sistema de navegación y de los diversos radares y sensores que permiten practicar una conducción predictiva. Así, nos advertirá con antelación de los límites de velocidad y las condiciones del tráfico para levantar el pie con tiempo. El modo Max Range impide que superemos los límites de velocidad automáticamente, aunque en caso de necesidad tiene una función
kick-down por seguridad.
Y ya que estamos analicemos
el consumo. Homologa 22,4 kWh cada 100 kilómetros, pero no fuimos capaces de bajar de los 23,5 en carretera y de 18,5 en ciudad. En cualquier caso el EQC, como todos los vehículos eléctricos, es extremadamente sensible al uso y las condiciones de conducción. Detalles como llevar activada la climatización o las
luces ya disparan el consumo, y no digamos nada si nos animamos un tanto con el acelerador, porque rondará los 32 kWh sin inmutarse. Y con esas cifras de consumo medio y la capacidad útil de la batería la autonomía ronda más los 300 kilómetros que los 400.
También podemos alargar el radio de acción si somos eficientes con la frenada regenerativa. Para ello el EQC cuenta con unas levas en el volante que nos permiten dosificar la
deceleración del vehículo. De esta manera se puede jugar con los
tres niveles que ofrece de regeneración, el último lo suficientemente contundente como para no tener que pisar apenas el pedal del freno cuando nos hemos familiarizado con el sistema. Así se regenera energía extra para la batería. Por cierto, el tacto del freno no es malo, pero tampoco resulta tan progresivo como en un GLC, por ejemplo. Y las distancias de frenado son buenas, pero no de matrícula de honor debido a su peso. Por eso necesita 55 metros para detenerse por completo desde 120 km/h.
Dinámicamente se le nota ‘pesadote’, pero a veces es más una cuestión de sensación que otra cosa. Sus 2,5 toneladas le restan agilidad frente al mencionado GLC con el que comparte plataforma. No es extremadamente rápido en el paso por curvas cerradas ni en los cambios de apoyo, pero se puede ir rápido sin miedo. Eso sí, en giros agresivos no puede disimular su clara tendencia subviradora, pero basta con levantar el pie para que todo vuelva al orden. Y si no, la electrónica siempre actuará como ángel de la guarda.
La dirección tiene una asistencia y una comunicación correctas para un vehículo de estas características, y la suspensión, como ya avanzamos, es confortable, que no quiere decir que sea extremadamente blanda. Su peso no lo aconseja. Por eso no puede evitar ciertos balanceos de la carrocería en apoyo, y si el firme es demasiado irregular, no se neutralizará del todo y lo notaremos en el interior. Una suspensión más blanda hubiera incrementado más el confort, pero hubiera puesto en apuros su comportamiento.
No nos hemos olvidado del tiempo de recarga, otro de los puntos que más preocupa a los usuarios. De serie el EQC ofrece dos tipos de cargadores. Uno de corriente alterna de 7,4 kWh y otro de corriente alterna que admite cargas rápidas de hasta 110 kWh. En este último en apenas 40 minutos se puede almacenar hasta un 80 por ciento de la totalidad de la batería. El problema es que este tipo de infraestructuras todavía es muy escasa. En el otro lado de la balanza, en una toma doméstica de 2,3 kWh la operación se alargará por encima de las 40 horas. Por eso se recomienda, al menos, la instalación de una Wallbox con 7,4 kWh, que en 11 horas completaría la recarga.
Nos queda por analizar el interior y su dotación tecnológica. El
habitáculo es amplio y no puede ocultar la calidad y el sello premium.
La presentación del cuadro y del salpicadero responde a la doble pantalla digital con la que la marca dota a sus últimos modelos, pero con información específica para un universo eléctrico. La ergonomía es buena, también la visibilidad y detrás hay espacio suficiente, aunque el 'túnel de transmisión' resta confort a la plaza central. No tiene el piso plano porque la plataforma es la misma del GLC, como ya indicamos. Por su parte, el
maletero ofrece 500 litros, una buena capacidad a la que accedemos por medio de un portón eléctrico.
En su dotación de serie contempla los últimos asistentes en materia de seguridad, confort y conectividad. Destaca el sistema MBUX con capacidad de apredizaje, un copiloto perfecto y adaptado a la naturaleza eléctrica del vehículo. No falta la navegación inteligente con datos sobre el radio de acción, ubicación de puntos de carga o funciones para programar la recarga de manera remota, así como la climatización.
El precio del EQC 400 4Matic es de 77.425 euros.