Al comentar entre mis amistades cosas como: "Mañana me toca ir a Italia" o "sí, estuve en Francia el martes y en Alemania el jueves", la inmensa mayoría piensa que mi trabajo es un chollo. Si además saben que me invita una marca para ver un coche nuevo entonces aparecen esos comentarios de "¡Qué envidia!", acompañados de una mirada que dice claramente algo así como "¡Qué cab--n el calvo los coj----s!". Lo entiendo, porque visto desde fuera parece todo una gozada, viajar de un lado a otro, buenos hoteles, casi todo pagado... pero cuando tienes que hacer uno o dos viajes por semana, realizar reportajes sobre los vehículos que ves, completar todo el trabajo que has dejado a medias poque tenías que irte y, además de todo lo anterior, te pierdes muchos de los pocos ratos que tienes junto a la familia... acaba por perder la gracia.
Y luego está la otra cara de la moneda, lo que te ofrecen los viajes que de ninguna otra manera puedes obtener. La relación con las marcas, un mayor conocimiento del modelo presentado, la posibilidad de ver (muy poco, eso sí es verdad) otros lugares y, al menos para mi lo más importante, poder ver de nuevo a muchos colegas y amigos de profesión con los que compartir buenos ratos. Entre estos impresentables de los que hablo está otro calvo con el que hace tiempo que vengo realizando vídeos, un tal Goyo Arroyo que, sinceramente, no sabe nada de coches por mucho que lleve años en esto y colabore en revistas como Motor 16. Tampoco sabe nada de fútbol ni de pádel aunque él piense que es un fenómeno en ambos deportes y, por supuesto, no tiene la más remota idea de conducir. Por eso, porque no sabe conducir y yo soy un alma caritativa, cada vez que coincido con él en un viaje intento que vayamos juntos y así le evito a otros compañeros el "sufrimiento" de su conducción. Así he hecho en la última presentación del Peugeot 208 GTI donde, como ya es habitual en él, se pasó todo el tiempo quejándose... De verdad, tengo una paciencia infinita con él que si no...