peugeot 208 gti

 Al comentar entre mis amistades cosas como: "Mañana me toca ir a Italia" o "sí, estuve en Francia el martes y en Alemania el jueves", la inmensa mayoría piensa que mi trabajo es un chollo. Si además saben que me invita una marca para ver un coche nuevo entonces aparecen esos comentarios de "¡Qué envidia!", acompañados de una mirada que dice claramente algo así como "¡Qué cab--n el calvo los coj----s!". Lo entiendo, porque visto desde fuera parece todo una gozada, viajar de un lado a otro, buenos hoteles, casi todo pagado... pero cuando tienes que hacer uno o dos viajes por semana, realizar reportajes sobre los vehículos que ves, completar todo el trabajo que has dejado a medias poque tenías que irte y, además de todo lo anterior, te pierdes muchos de los pocos ratos que tienes junto a la familia... acaba por perder la gracia. 

 Hace años, muchos años, a las siglas GT de "Gran Turismo" se les unió la I de "Inyección" para dar vida a los sueños de los apasionados del mundo del automóvil. Eran otros tiempos, una época en la que las sinuosas carreteras de montaña parecían mostrarse orgullosas pidiendo a gritos ser domadas. El primer mito se llamó Golf, producto de la "enfermiza" obsesión de un tal Alfons Lowenberg, ingeniero y piloto de pruebas de Volkswagen. Tomando como base la mecánica de 1,5 litros del Golf se aumentó la cilindrada hasta 1,6 litros y modificó las suspensiones para hacer un "engendro" tan eficaz que llamó la atención de sus superiores y terminó convirtiéndose en el antecesor real del Golf GTI, el coche de apenas 800 kilos de peso con motor de 1,6 litros e inyección mecánica Bosch que terminó convirtiéndose en mito.