Cada vez que he visto en la televisión un anuncio de la DGT en el que la sangre y las desgracias eran las protagonistas he sentido un rechazo irrefrenable hacia el propio anuncio. Tanto es así que incluso cuando pudiera compartir el mensaje -no mezclar alcohol y conducción, usar bien los sistemas de retención, llevar a los niños bien colocados- la idea que quedaba en mi mente era la de que desde la DGT nos echaban la culpa de todos los males y se exhimían de sus responsabilidades.
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