De pequeño, cuando la personalidad está todavía en periodo de formación y la mente trabaja cien veces más deprisa que los acontecimientos, unas cuantas frases hechas me marcaron profundamente. En sentido negativo se encuentra la que decía aquella profesora gruñona y poco agradable que, supongo, todos hemos tenido en uno u otro momento de la infancia: "los creíques y penséques son familia del tonteque". Parece mentira que una frase llegue a abarcar tantísimas situaciones cotidianas de un niño y pretendan resumir de modo tan cruel la íntima necesidad infantil de justificar las acciones cometidas. Decir "creí que era lo correcto" pasaba de repente a significar; "soy tonto, por eso lo hice". La única parte positiva de aquello fue que me obligó a buscar otros modos de expresarme para decir lo mismo, es decir, avivó mi curiosidad sobre el conocimiento del lenguaje.
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