Domingo - 03.Noviembre.2024 |
El siglo XXI trajo a la industria de la automoción una nueva libertad creadora a la hora de desarrollar nuevos conceptos de vehículos nunca vistos y que han permitido marcar un punto de inflexión en todo lo relativo a los cánones establecidos y, en ocasiones, incluso a la propia lógica. El cambio de siglo ha traído al mercado vehículos de tan sólo 2’5m de longitud, urbanos superan la barrera de los cuatro metros, compactos se acercan peligrosamente a los 4’5m, todo terrenos incapaces de circular fuera del asfalto, cupés de cuatro puertas y vehículos de los que se dice que tienen “estética monovolumen” a poco que superen el 1’45m de altura… Entre tanta combinación, el fabricante francés Renault decidió combinar un cupé con un monovolumen y así fue como nació a finales del 2001 el Renault Avantime.
Fabricado por Matra en su factoria de Loir i Cher, el Renault Avantime podía considerarse como la versión deportiva del Renault Espace III del que tomaba bastidor, grupos motrices y salpicadero.
En una primera mirada exterior totalmente objetiva, el Renault Avantime era un monovolumen de tan sólo tres puertas ya que la forma recta del techo y el paralelismo de sus líneas longitudinales lo alejaban totalmente de un concepto cupé. Las únicas dos puertas laterales tenían un tamaño y peso considerable (1’4m y más de 50kg) y estaban articulas en su parte delantera con una bisagra de doble cinemática que a la vez que abría la puerta en compás la separaba ligeramente de la carrocería. Esta propuesta teóricamente tan avanzada permitía entrar y salir del coche sin tener que abrir la puerta en un ángulo muy elevado, algo muy útil cuando se aparcaba en batería (recordemos que el Renault Avantime tenía una anchura de 1’82m y la puerta una longitud de 1,4m). En la práctica, el manejo de estas puertas requería una extraña combinación de maña y fuerza bruta.
La parte trasera tenía un diseño similar al que estaba incorporando Renault a todos sus productos y que la prensa francesa denominó “fesses de fourmis”, que se puede traducir como “culito de hormiga” (en una traducción literal “fesse” es “nalga”, pero ya sabemos que los franceses son muy finos y los españoles algo brutos…). En la práctica, el manejo de enorme y pesado portón volvía a ser un incordio debido a la gran fuerza bruta necesaria tanto para abrirlo como para cerrarlo. Llamaban la atención las formas de los pilotos traseros con un grupo principal compuesto por la superposición de tres triángulos y un piloto secundario situado en el portón también con forma de triángulo invertido.
A parte de estas dos particularidades estéticas, el Renault Avantime destacaba por no tener montante “B” y por llevar siempre el techo pintado en color plateado.
El interior del Renault Avantime estaba presidido por un salpicadero similar al del Renault Espace III, lo que quiere decir que era igual de futurista que el exterior. Como curiosidad, a pesar de llevar la instrumentación en posición centrada, el Avantime llevaba un cuentavueltas delante del conductor, elemento que el Renault Espace III no equipaba cuando fue lanzado y que posteriormente fue introducido.
El salpicadero destacaba tanto por el gran tamaño como por la limpieza y claridad de su diseño. Había muy pocos botones: los mandos de la climatización estaban en los extremos del salpicadero y la radio navegador se manejaba con un mando a distancia.
Cuando se lanzó al mercado en el año 2001, el Renault Avantime equipaba un único motor de 2.946cc con 207cv (la enésima evolución del motor PRV diseñado por Renault, PSA y Volvo) que transmitía su fuerza a las ruedas delanteras a través de un cambio manual de seis velocidades. A pesar de la cifra de potencia, el Renault Avantime no era un vehículo especialmente ágil debido a su peso y a su aerodinámica. A pesar de contar con numerosos paneles de la carrocería hechos en fibra, los refuerzos realizados en el chasis para aumentar la resistencia a la torsión y a la flexión hacía que el Renault Avantime alcanzara en vacío los 1.750kg. Otro detalle derivado de la potencia y del peso era que tenía un consumo homologado en recorrido urbano de 16 l/100km.
Este único motor se podía combinar con dos niveles de acabado Dynamique y Privilège. En ambos casos el equipamiento era abundante e incluso ofrecían una buena relación equipamiento / precio a pesar de que el Dynamique constaba unos 36.000€ y el Privilège casi 40.000€ (en ambos casos en pesetas). Curioso era que los modelos equipados con techo solar disponían de un botón que abría (o cerraba) simultáneamente el techo y las cuatro ventanillas.
A los pocos meses de su lanzamiento Renault decidió introducir dos mecánicas de cuatro cilindros para acercar la oferta del Avantime a las demandas del mercado. De esta forma llegaron los modelos 2.0T y 2.2 dCi. El primero contaba con 165cv y ofrecía un par motor de 250Nm constantes entre 2.000 y 4.500 rpm, lo que podía considerarse como la alternativa tranquila y más económica al bloque de seis cilindros. Por su parte, el modelo diésel contaba con 150cv pero su peso cercano a los 1.800kg le obligaban a necesitar casi 12 segundos para acelerar de 0 a 100 km/h y a homologar un consumo en recorrido urbano de 10 l/100km.
El Renault Avantime fue un producto extraño con algún que otro defecto derivado del exceso de innovación que el fabricante francés quiso imprimir a su producto. En ningún caso yo lo consideraría como un producto “malo” y creo que el estrepitoso fracaso comercial fue debido más que nada a una falta de entendimiento con el mercado. Sea cual fuera el motivo, el Renault Avantime fue descatalogado a los 18 meses de iniciar su andadura comercial tras haberse fabricado sólo unas 8.500 unidades.