Son las ocho de la tarde, acabo de llegar a casa, llevo algo así como 36 horas sin haber descansado más de tres horas completas y nunca más de hora y media seguida. En mi exterior, dichos antecedentes pasan factura, en mi interior, la satisfacción de un día inolvidable gracias a un grupo de gente extraordinario.
Prácticamente las 11 de la mañana; ojeras, cansancio, el frío de la noche que deja pasar al calor solar de mediodía, las extremidades entumecidas y el ánimo exultante. Seguimos los últimos, la gente piensa que no vamos bien... y se equivocan. Nuestra verdadera estrategia comienza a destaparse...
Me tocaba el cuarto relevo. Estaba preparado. El casco puesto, el mono impoluto, la cara de circunstancias como si supiera lo que estaba haciendo y, mejor aún, como si supiera que lo iba a hacer bien. Todo a punto. Una vuelta y entra el coche, y el coche, y el coche...
Son las 19:38, hemos salido hace casi dos horas y ya se están situando todos los coches en sus primeras posiciones de carrera. Todavía es pronto, pero se ven estrategias muy diferenciadas.
Hace unos años me invitaron por primera vez a un evento del que quedé completamente prendado, no sólo por el evento en sí mismo sino, y casi con mayor motivo, por el buen corazón del mismo. Que una marca decida realizar una carrera de consumo en un circuito cerrado es una actividad siempre atractiva, que le invite a uno es de agradecer, pero que además destine una gran cantidad de dinero a ONG's es, simplemente, una idea fantástica. Ford lleva varios años organizando este evento que, salvo en la ocasión en que me tocó a mi participar y que se realizó en Cheste (Valencia), ha tenido como lugar habitual de celebración el circuito madrileño del Jarama.
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